Youtube y el resto de plataformas de contenido multimedia han conseguido cambiar los fundamentos del marketing dentro de la industria del poker.
El departamento de publicidad de la sala con más tráfico, Pokerstars, convenció a la directiva de la empresa para romper relaciones con las mayores estrellas del tapete y del deporte y ceder la representación pública de la sala a creadores de contenido como Jason Somerville y Jamie Staples.
Jugadores como Daniel Negreanu, Jake Cody o Doug Polk reservaron a Youtube una parte importante de su agenda. Por su parte, la plataforma ayudó a dar a concer al gran público a jugadores que nunca estuvieron bajo los focos del circuito o las nosebleeds online, como Andrew Neeme o Brad Owen.
Hoy en día, es probable que el idilio entre poker y Youtube haya finalizado.
En una relación tan apasionada, la causa de la ruptura suele recaer en mayor medida en una de las partes. El culpable más evidente en este caso es Youtube.
A mediados de junio del año pasado, docenas de canales sobre poker fueron objeto de una censura feroz e indiscriminada por parte de la plataforma. Volaron los “strikes“, que es como Youtube llama a las advertencias por violar los acuerdos sobre contenidos de los canales. Al tercer “strike“, como en el béisbol, estás fuera.
El modelo de negocio de Youtube es simple. Ofrece una plataforma de gestión y reproducción de contenido multimedia a cambio de la inserción de publicidad durante el visionado. Para evitar contenido ilícito o de mal gusto, Youtube emplea un algoritmo que revisa los vídeos y detecta violaciones del copyright y otras fuentes de problemas legales.
Por obra y gracia de una actualización del algoritmo, muchos vídeos sobre poker fueron borrados, y otros tantos, desmonetizados, por lo que el autor del vídeo pierde el derecho a recibir esos ingresos por visionado.